ARTE CULINARIO
Según
los historiadores, la invención del restaurante es francesa. A finales del
siglo XVIII, con la Revolución Francesa, la aristocracia casi desapareció. Esto
provocó que sus cocineros se encontrasen sin trabajo. Solo sabían cocinar y
decidieron poner su arte culinario a disposición del público en sus propios
locales.
La Revolución Francesa, totalmente anti aristocrática, acabó con los banquetes y comilonas de mansiones y palacios cuyos restos y despojos aprovechaban en los vertederos de las casas importantes los pobres, vagabundos y hambrientos entre los que no faltaban poetas y escritores. Pero antes, a finales del siglo XVI existió en París La Tour d’Argent, mesón donde se servía comida, llamado de aquella poética manera por el color plateado de la fachada.
En
1788 el cocinero del duque de Orleans abrió un restaurante con su nombre: Meto.
Este cocinero famoso se hizo jacobino en la Asamblea Francesa, y sería en su
restaurante donde toda aquella turba ávida de sangre y oportunista celebraría
poco después con un menú selecto la ejecución de María Antonieta. Por lo
general, los cocineros de los grandes nobles se vieron en la necesidad de abrir
restaurantes, mesones y casas de comidas.
Del salón aristocrático, donde no era
imposible degustar alguna exquisitez, se pasaría al café burgués. El antiguo
cocinero de las grandes casas nobiliarias se había reconvertido en restaurador
de vientres y animador de paladares. Que como antaño tiende hacia lo delicado,
raro y novedoso de los manjares, creando platos inéditos y fomentando la
investigación culinaria. El local se decoraba con mobiliario exquisito, de
cortinajes y tapices, de vajillas y cuberterías exclusivas y de un servicio
refinado que hacía sentir al burgués como a un noble en su palacio. En el viejo
Palais Royal parisino hubo, desde 1760 un establecimiento de moda llamado Café
de Chartres, que tras la Revolución se convirtió en restaurante, cuyo nombre ha
sobrevivido hasta nuestro tiempo, el Grand Vefour. Con el concepto de
“restauración” nacería en 1801 el de gastronomía. Tanto el restaurante como la
ciencia gastronómica tenían el éxito asegurado dada la naturaleza de sus
preocupaciones.
Nos
aporta un AROMAS limpio y de gran intensidad en NARIZ, de fruta madura,
balsámica, torrefacta, especiado, con un fondo mineral. A madera muy bien
integrada en el conjunto del vino y denota gran equilibrio. sabor, en BOCA es
sabroso, potente, frutal, con taninos nobles, que dan al vino una gran
opulencia y concentración. Vivo, con sensaciones de fruta, mentolados, cacao,
tostados, torrefactos y minerales. FINAL, larga persistencia tanto sápida como
aromática. 100% Tinta del País (Tempranillo).
El origen de este magnífico vino se encuentra
en la Finca del Sardal, en el pueblo de Pedrosa de Duero –en pleno “corazón” de
la D.O. Ribera del Duero.
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