UNA CAJA DE ACUARELAS

 


He aquí la historia de los famosos macarons, las galletas francesas de colores, —crujientes por fuera–, suave y cremosa por dentro. 

        Los macarons, son galletas de merengue y almendra. Mil y un colores y sabores distintos: grosella, chocolate negro o limón y albahaca. Una galleta que “entra por los ojos“, como si fuera una caja de acuarelas.


    Su origen es italiano, pero son conocidas en todo el mundo como una galleta francesa.  Los macarons van unidos a la historia de Francia. Estas golosinas ya se servían en los banquetes de la nobleza como en la boda de Luis XIV y María Teresa de Austria y Borbón, infanta de España en 1660. .  El chef Adam preparó esta especialidad de dulces como uno de los postres del banquete nupcial.


    A partir de aquella boda los macarons se popularizaron y comenzaron a elaborarse variantes en distintos lugares de Francia. En Amiens, en Châteaulin en Nancy o en Reims. Los macarons habían conquistado los paladares de la aristocracia francesa, siendo una golosina que no podía faltar en cualquier banquete.

¿Que son los macarons?

    Galletas francesas de colores tan “chic “que hoy podemos admirar en las mejores pastelerías del mundo, son un dulce tradicional de Francia. Se elaboran con: clara de huevo, almendra molida, azúcar glas, azúcar blanquilla y colorante. Con estos ingredientes se elabora la galleta —de una textura crujiente similar a espuma de merengue—. Se monta dos mitades, y en su interior se rellenan con distintos sabores como ganaché de chocolate, crema de vainilla o de frutas. No son fáciles de hacer, como cualquier dulce que lleva clara de huevo, “cogerles el punto “es todo un arte.


    Se sabe que cuando Luis XVI junto con María Antonieta vivían en el palacio de Versalles, se servían macarons de la pastelería Dalloyau fundada en 1682. Esta emblemática pastelería, sigue manteniendo su sede en París y más de 30 sucursales en distintos países del mundo.



    Se sabe que cuando Luis XVI junto con María Antonieta vivían en el palacio de Versalles, se servían macarons de la pastelería Dalloyau fundada en 1682. Esta emblemática pastelería, sigue manteniendo su sede en París y más de 30 sucursales en distintos países del mundo.



    Para ser un macarrón perfecto, la superficie de la galleta debe ser ligeramente crocante, como una fina cáscara de huevo, para descubrir una delicada sensación cremosa y algo chiclosa cuando se llega al centro, con un corazón tierno y húmedo de sutil sabor dado por el relleno.

    Hay también versiones saladas como las de chocolate con foie gras, aceto balsámico, o avellanas y trufas. En cuanto a los colores la variedad es casi infinita, pasando de las tradicionales tonalidades pastel, a colores más terrosos, metalizados y puros, siempre acompañando de manera armónica el sabor.

    Los macarrones son cada vez más solicitados para vestir elegantemente mesas, deleitar a invitados y cualquier evento distinguido y sofisticado. 

  •     Pueden acompañarse con diversas bebidas: los jugos naturales y bebidas calientes o frías como el chocolate, café o té son especialmente adecuados, aunque un licor, vino dulce, espumante, champagne o cava resultan finos aliados también.  Podemos ser más agudos combinando la bebida con el sabor de los macarrones, así, un macarrón de pistacho no tendrá mejor acompañante que una copa de cava dulce, los jugos naturales serán mejores aliados de macarrones frutales, y licores como el amarula coronará extraordinariamente macarrones con base de cremas de chocolates o frutos secos.

A continuación les dejo una pequeña variedad de combinaciones o maridajes para deleitar el paladar con una “ Caja de acuarelas”.




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